Retomo una de las series de este blog: la de las palabras que me gustan especialmente, ya sea por cómo suenan, por lo que significan o por el sentido particular que tienen para mí.
- Océano: tan profunda en mi memoria como la realidad a la que alude. La palabra lleva dentro ese respeto, a veces miedo, hacia lo insondable.
- Latido: me gustan mucho más latido y latir que palpitar y sus derivados. Me resultan más sinceras y menos pretenciosas, más físicas y menos literarias. Además, latido se puede aplicar gran diversidad de cosas: a un reloj, a un púlsar, a la información... Vaya, va a resultar que los latidos también tienen su poesía.
- Tiquismiquis: qué palabra más visual, sólo leerla o pronunciarla me dibuja un gesto que describe perfectamente su significado. Y es sutilmente ofensiva, ridiculizadora en su punto justo; de esos nombres con que uno nunca desea definirse.
- Majadero y mamarracho: dos apelativos que adoro. Permiten una pronunciación rotunda que los convierte en armas con las que abofetear a quienes lo merezcan. Pueden estar pasadas de moda, no lo sé, pero me resultan mucho más despectivas que las habituales capullo y gilipollas.
- Nostalgia: es como mi hogar, un lugar que acoge y duele a partes iguales. Si la leo, suena en mi mente hecha un susurro, como un secreto culpable.
- Ánimo: quizá la uso demasiado. En su brevedad esdrújula, me suena a palmada en la espalda, a mirada empática, a empujoncito dado o recibido en un momento de necesidad. Cuando la pronuncio estoy expresando mis mejores deseos al destinatario, que a veces soy yo misma.
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