jueves, 18 de agosto de 2016

Silencios

Ayer el presidente del gobierno dio una rueda de prensa. Una periodista le preguntó por algo que él había dicho en otra una semana antes. Él negó haber dicho nada semejante. Se hizo un silencio. Los periodistas presentes quizá dudaban de sus propios recuerdos o quizá no se atrevían a lanzarse a un "mi palabra contra la suya" en el que la posición dominante tenía las de ganar. Porque a nadie se le había ocurrido llevarse en el móvil la grabación de aquella frase, nadie pensó que se pudiera negar la realidad con tanto descaro. La reacción llegó poco después, en los medios de comunicación y las redes sociales, donde se pudieron ver y escuchar, una detrás de otra, la declaración un día y la negación de haberla hecho apenas una semana más tarde.

Probablemente yo también habría guardado silencio de haber estado presente. Mi locuacidad habitual no es incompatible con la percepción de que para discutir deben darse las circunstancias adecuadas, aunque no siempre acierte: a veces discuto cuando no toca, hablo cuando no debería y espero que me respondan cuando quizá mi interlocutor no lo ve necesario. No siempre es fácil saber cuándo es momento de hablar y cuándo es mejor callar. Dosificar las palabras y los silencios es una muestra de sabiduría que muchas veces supone luchar contra las propias tendencias.

Soy muy habladora (y en esto incluyo el escribir). La mayor parte de las personas con las que tengo relación son igualmente parlanchinas. Pero conozco también gente callada, poco amiga de romper el silencio y menos de llevar la iniciativa en una conversación. En todo caso, ser más o menos hablador no tiene nada que ver con saber cuándo hablar ni qué decir.

Utilizamos las palabras para conseguir fines. Y hay quien usa los silencios para eso mismo. Pocas cosas desconciertan más que el silencio cuando buscas un diálogo. Me cuesta distinguir cuándo alguien no habla por ser de natural callado, cuándo porque cree que no es la ocasión, cuándo por estar enfadado o resentido y cuándo porque utiliza el silencio como arma para poner nervioso al otro o para incitarle a llenar el incómodo vacío hablando más de la cuenta.

También están los que rechazan hablar para evitar que les den explicaciones y se las pidan. Es como si negaran al otro el derecho a justificarse y el derecho a saber. Y están quienes niegan la palabra para mostrar desprecio. Pero para eso hay que valer. Sé de personas que dejaron de hablarse hace muchos años y están orgullosas de ello. Porque retirándole la palabra a alguien le están negando su categoría de miembro aceptable de la sociedad.


domingo, 14 de agosto de 2016

Curiosidades

Todos los idiomas tienen expresiones que en una lengua diferente resultan extrañas, absurdas, chocantes, incluso ridículas. Todas tienen su por qué. Se puede rastrear de dónde vienen, como hace Alfred López, que explica estupendamente sus orígenes.

No voy a imitarle. Prefiero llamar la atención sobre lo que atrae la mía e invitaros a pensar. Hoy lo haré con la curiosa forma que tenemos de decir ciertas cosas.

- Qué dolor de cabeza se me ha puesto. Fijaos, se me ha puesto, como si fuera algo exterior que viene a colocarse encima de nosotros, agarrándose a nuestro cráneo.

- Me ha entrado hambre / sueño. Así que el hambre y el sueño están fuera y entran. De esta forma parece que lo justificamos como algo involuntario.

- Meter miedo. El miedo también es ajeno y no siempre viene él solo, a menudo nos lo meten otros.

- Me ha venido la regla, decimos las chicas. Estaba yo aquí tan tranquila y me encuentro con el tomate. Tal cual.

- Ando liada, ando triste, ando preocupada, ando despistada... Nada de eso implica que estemos andando. La cuarta acepción del verbo andar en el DRAE es: estar o encontrarse en determinado estado o situación. Y las siguientes también son interesantes. Se refieren a expresiones como andarse con contemplaciones, andarse con cuidado, andar a tiros o andar por los cuarenta.

- Vas listo. Si andar es polisémico, ir lo es más. Ir listo es siempre un problema, lo cual, mirado objetivamente, parece una contradicción.

Aquí lo dejo. Seguro que se os ocurren muchas más. Pensadlo, que los idiomas tienen su punto divertido.

viernes, 12 de agosto de 2016

Concordancia

Los medios de comunicación parecen haber dado por buena la desaparición de los correctores y por aceptable una cierta cantidad de errores ortográficos, semánticos y sintácticos. Lo digo porque se encuentran en sus páginas o sus informativos con demasiada facilidad. Hay cuentas de Twitter (esta, o esta, o esta) que los recogen y los afean, sin ningún efecto disuasorio, diría yo.

Unos de los que más me chirrían a mí personalmente pero no parecen molestar a casi nadie son los errores de concordancia. De hecho, hay infinidad de compañeros que ni siquiera reconocen tales errores, es decir, que están convencidos de no cometerlos. Tratar de explicarles las normas gramaticales en esos casos es como darse cabezazos contra un muro.

Por ejemplo, esto que leí hace unos días en un periódico de amplia difusión: "Es una mujer muy poderosa y muy fuerte pero también es una de las personas más amables que existe." Ese verbo no tiene como sujeto "ella" sino "personas", y debería ir en plural, existen. De entre las personas más amables que existen, ella es una. A menudo me han rebatido este razonamiento diciendo que es "ella" la que existe o argumentos similares. Si no somos capaces de identificar el sujeto de cada verbo, mal vamos.

Otro ejemplo, encontrado en la misma página del mismo diario: "Lo mismo le pasa a los atletas." Ese pronombre no se refiere a "mismo" sino a "atletas", que va en plural. Debería ser les.

Una confusión frecuente es concordar un adjetivo o un artículo no con el sustantivo al que acompañan sino con el complemento de éste. Decir "las miles de personas" es incorrecto porque "miles" es masculino; por tanto, debería llevar un artículo masculino (los) independientemente de qué palabra siga a "miles".

Sorprendentemente, cada vez me encuentro más confusiones en una construcción bastante habitual que se usa para explicar datos estadísticos. Dicen, por ejemplo: "cuatro de cada diez españoles está en contra." Resulta evidente que "cuatro" es el sujeto de "estar" y que es plural, por lo que ese verbo debería ir en plural también: están.

Algo más complicada es la concordancia de número en las oraciones impersonales y las pasivas reflejas. Anoche escuché en el Telediario: "Se han detenido a 30 terroristas". La explicación de por qué ese plural es incorrecto la podéis encontrar, por ejemplo, aquí. Os copio una parte:

Si el elemento nominal sobre el que recae la acción verbal expresa cosa, debe emplearse la construcción de pasiva refleja; por tanto, el verbo ha de ir en plural si dicho elemento nominal es plural: Se hacen fotocopias.
Si el elemento nominal expresa persona y no va precedido de la preposición a, se emplea también la construcción de pasiva refleja: Se necesitan especialistas en informática.
Si el elemento nominal expresa persona y va precedido de la preposición a, debe emplearse la construcción impersonal; por tanto, el verbo irá en singular aunque el elemento nominal sea plural: Entre los gitanos se respeta mucho a los ancianos. 

Por tanto, lo correcto en el caso que os he mencionado sería decir "Se ha detenido a 30 terroristas".

Sin duda habréis detectado más errores similares. Podéis comentarlos aquí si os apetece.