lunes, 30 de junio de 2014

Agradecimientos

No se puede estar dando caña siempre. Ayer tocó crítica; hoy, agradecimientos:

- A los que separáis el vocativo con una coma, gracias, queridos.

- A los que, al revés que tantos, ponéis coma también después y no solo antes de un inciso.

- A los que usáis los signos de apertura de interrogación y exclamación. ¿A que no es tan difícil?

- A los que sabéis qué es el punto y coma, ese gran desconocido; qué lo diferencia de la coma, esa gran explotada; lo utilizáis cuando conviene y hasta hacéis pedagogía sobre ello.

- A los que sabéis con qué debe concordar el verbo, una de las habilidades que parecen fuera del alcance de muchos.

- A los que utilizáis con desparpajo vocablos poco manidos.

- Y a los que, aun sabiendo más que yo sobre lenguaje, me leéis.

¡Gracias!

domingo, 29 de junio de 2014

Cosas raras

Tenemos la suficiente práctica hablando como para hacerlo sin esfuerzo y sin necesidad de pensar mucho lo que decimos. Me refiero, claro, a conversaciones normales sobre temas que conocemos. Podemos hablar mientras andamos, mientras conducimos o pintamos o cosemos... No es algo que monopolice nuestra atención. Es habitual que en el lenguaje oral se cometan incoherencias, se dejen las frases sin terminar y el discurso esté salpicado de pequeñas incorrecciones.

Lo malo es cuando esos fallos se trasladan al lenguaje escrito sin que nos parezcan tales. Más de una vez sucede porque no somos conscientes de que algo es un error. Pondré un par de ejemplos.

El autor de un interesantísimo blog que sigo anunciaba el otro día su última entrada con esta frase: "El post que nunca me hubiese gustado escribir."

Quizá no os suene raro. Habréis entendido lo sin duda pretendía decir: "el post que me hubiese gustado no escribir nunca" o "el post que hubiese preferido no escribir". Pero analizad la frase. Lo que en realidad dice es que escribirlo es algo que no le hubiese gustado hacer, o sea, está afirmando que no lo escribió. La negación debería ir junto al verbo escribir, no junto a gustar.

Otra expresión extraña: "La asistencia es voluntaria: se puede ir o no se puede ir". Construcciones así se oyen y se leen a menudo. Sin embargo la negación no debería aplicarse al verbo poder sino a ir, que es lo voluntario. Debería decirse "se puede ir o no ir".

Este otro error se comete a menudo: "Lo he visto un par o tres de veces". Dejemos aparte el hecho de que en nuestro idioma "un par" puede entenderse no como "dos" exactamente sino como un número indeterminado y escaso. El error que quiero señalar es ese "de" que, colocado donde está, da a la frase el significado de "un par o tres pares de veces". Si, en cambio, decimos "un par de veces o tres" tendremos lo que queríamos decir: "dos o tres veces".

La inmensa mayoría de la gente, imagino, no nota nada raro en ninguna de esas construcciones. Yo, por desgracia, sí. Y digo por desgracia porque la incoherencia me da un aldabonazo en el cerebro y me distrae momentáneamente de la conversación. Lo único que me consuela es no ser la única. Con el tiempo he ido conociendo a otras personas en las que la educación escolar y universitaria imprimió la misma maldición: el amor por la perfección lingüística.

domingo, 22 de junio de 2014

Hablarse

Ayer una mujer se subió al autobús donde iba yo. Venía hablando por el móvil y no dejó de hacerlo en diez minutos de trayecto. Repito: no dejó de hacerlo. No sé con quién iría hablando pero en ese tiempo la única que dijo algo fue ella, salvo mínimas pausas en las que su interlocutor, imagino, asentiría. No fue un diálogo sino un monólogo.

Conozco gente así, capaz de alargar el hilo de su conversación sin dejar resquicio para interrupciones, reflexiones o comentarios ajenos. Alguna vez he sido yo la verborreica insensible; y muchas más, la oyente enmudecida. También he sido, soy, la interlocutora despreciada, aquella con quien alguien decidió que no merece la pena hablar. Y la que abandonó, cansada, las conversaciones no recíprocas.

Cuando no hablas con alguien es que ya lo has olvidado. Y, a la vez, cuando alguien no te habla, termina siendo como si no existiera para ti.  Hablarse es la forma de reconocerse y valorarse. Y la manera de vivir un poco en el otro. Hay personas que me han dejado morir, otras a las que dejé yo.

Estoy reflexionando mucho estos días sobre las circunstancias que me llevaron a perder el contacto verbal o escrito con personas que alguna vez significaron algo para mí. Planteándome por qué me quedé callada, unas veces repentina y otras paulatinamente. Preguntándome por qué el otro decidió volverse mudo para mí.

Porque si importa qué se dice, cómo y cuándo, importa más aún el hecho de decirlo.

domingo, 15 de junio de 2014

Registros

Hace poco, hablando con un sobrino mío de ocho años, incluí en una frase la palabra "mierda". Se me quedó mirando como si acabara de pillar a su profesor en un fallo y exclamó "¡Hala, has dicho una palabrota!".

No era cuestión de darle la excusa para repetir esa palabra o cualquier otra que sus padres no quieran oír de su boca infantil, pero tampoco de disculparme por utilizarla yo. Así que le expliqué lo que son los registros. Concretamente, la acepción número 23 de "registro" en el DRAE.

23. m. Ling. Modo de expresarse que se adopta en función de las circunstancias.

Me ha parecido un buen tema para una entrada en este blog sobre lenguaje. Hablar bien exige no solo dominar un vocabulario amplio sino conocer cuándo, dónde y con quién utilizar cada término, un conocimiento que cuesta años adquirir. Cuando lo tienes, puedes pasar de un registro a otro sin dudas, pero hasta entonces pisas terreno resbaladizo.

Yo no fui una niña malhablada. En mi casa no oí decir nada malsonante hasta mi adolescencia, cuando mis padres no sé si se relajaron o se animaron; quiero decir que ignoro si reprimían ciertas expresiones ante sus hijos o simplemente no las empleaban habitualmente. En mis dos colegios, ambos privados y con mayoría de niños de familia bien, se oían moderadamente y solían provocar broncas de los profesores. Recuerdo que a los doce o trece años una compañera de clase me pidió en tono burlón que dijera una palabrota para saber si yo era capaz de tal cosa. Lo hice sin sentir nada extraordinario. En aquel entonces no formaban parte de mi lenguaje habitual, no las encontraba útiles ni necesarias, pero por supuesto las conocía. Mi trato con ellas se multiplicó en la universidad y pronto llegaron a ser un recurso más en mi léxico.

Hasta cierta edad no habla una con muchas personas distintas. No suele tener trato con jefes, con clientes, con cargos públicos... Cuando llega el momento, ese trato lo abordas con precauciones y pecando más por exceso que por defecto de corrección política. En poco tiempo aciertas con el nivel de procacidad o de exquisitez más adecuados. En mi empresa, por ejemplo, no recuerdo haber oído a nadie llamar de usted ni siquiera a los jefes más jefes, aunque (norma periodística) siempre se empieza dando ese tratamiento de cortesía a los entrevistados... y se continúa, salvo indicación en contra.

No me he esforzado jamás tanto como el día en que entrevisté al secretario de la Real Academia Española. Me habría dolido muchísimo ser consciente de alguna incorrección o descuido por mi parte. No los hubo, creo. Al menos él no pestañeó ni me miró mal en ningún momento.

No sabría decir si me resulta más fácil o más difícil preguntar y entrevistar en otros idiomas. Una conoce peor las connotaciones de las palabras y las normas de cortesía lingüística, pero es cierto que las palabras malsonantes no se aprenden por las vías académicas y quien te las enseña suele dejar claro su significado.

Ah, hablando de idiomas extranjeros, he comprobado que somos muchos los que tenemos palabrotas favoritas en alguna lengua que no es la nuestra. Yo mascullo de vez en cuando un insulto en italiano que me encanta dirigir a ciertos tipos. Y, aunque el principio de esta entrada os pueda hacer pensar lo contrario, cuando utilizo "mierda" como exabrupto y no como sustantivo, la alterno en español, inglés y francés, incluso a veces en alemán. El idioma depende del que se esté manejando a mi alrededor o de lo que haya causado la exclamación.

Reíos si queréis. El que no haya dicho what the fuck alguna vez, que tire la primera piedra.