lunes, 28 de julio de 2014

Perderse

En esta época del año somos muchos los que estamos deseando perdernos, en esa acepción de alejarnos de los lugares que frecuentamos habitualmente e ir a parar a otros quizá muy lejanos, quizá solo distintos.

Es una acepción, por cierto, que no aparece en la actual entrada del DRAE del verbo perder y su pronominal perderse. Un verbo con 27 definiciones y media docena de locuciones verbales.

Sí está una muy habitual, la que se refiere a perder el hilo o encontrar dificultad para seguir una explicación (borrarse el tema o ilación de un discurso) pero en el puesto 18, por detrás de algunas actualmente mucho menos usadas como la 17: entregarse ciegamente a los vicios, o la 16: conturbarse o arrebatarse sumamente por un accidente, sobresalto o pasión de modo que no pueda darse razón de sí.

Esto me ha traído a la memoria lecturas de mi infancia y de mi adolescencia. Por un lado, recuerdo personajes de tebeo enfurecidos a los que sus cónyuges o amigos intentaban impedir una reacción violenta diciéndoles: ¡quieto, que te pierdes!

Por otro, unos versos de un querido poeta portuense, José Luis Tejada, capaz de mezclar deliciosamente las expresiones populares y las cultas, y de plasmar en la escritura el acento de su tierra. Decían así:

No digas que nos perdemos,
estamos ya tan perdíos
que ni perdernos podemos.

Siempre imaginé que se los decía un novio de la posguerra a su amada para vencer sus últimas resistencias. Que ella le rogaba: no, por favor, Paco, que nos perdemos, y él replicaba aquello. Todo muy nacionalcatólico, muy antiguo visto desde este siglo XXI.

Ahora no decimos que fulanita es una perdida (jamás he oído ni leído esta expresión en masculino). Sí, en cambio, algo tan despectivo como que menganito está muy perdido, es decir, no se entera de nada y no tiene los conocimientos necesarios. Otra acepción que echo en falta en el DRAE. Porque hay gente muy perdida, y lo peor es cuando ocupa puestos de responsabilidad y tiene que tomar decisiones. Yo lo estoy sufriendo a diario. Por eso tengo tantas ganas de perderme...

Un añadido, una anécdota derivada de este lenguaje tecnológico de nuestros días: un día le dije a un amigo que, cuando viniera a buscarme, me hiciera una llamada perdida al móvil para bajar. En realidad le dije: hazme una perdida. Y respondió: ya me gustaría...




martes, 15 de julio de 2014

Novedades

Esta mañana he leído una noticia sobre las novedades que presentará el próximo 21 de octubre el DRAE. La he leído porque la ha enlazado una persona que me sigue y a quien sigo en Twitter. Las últimas once palabras son una definición para la que no hay un vocablo. No puedo decir un amigo porque mi concepto de la amistad se refiere a algo mucho más profundo que el simple contacto ocasional por una red. No puedo decir un conocido puesto que solo sé de él lo que dice de sí mismo en su perfil de TW (dos palabras y tres siglas) y lo que me atrevo a deducir de sus tuits. ¿Cómo defino esa relación?

Puede ser suficiente con combinar un sustantivo con un adjetivo u otro sustantivo que lo complementen. Amigos virtuales, conocidos por internet, contactos de Linkedin, de Facebook, de Twitter... Para los usuarios de las redes sociales eso basta. Otras relaciones son más sencillas de etiquetar, como la de seguidor. Y otras circunstancias, más difíciles, como la resultante de dar o recibir un "me gusta" o un "+1" o un "favorito" a algo. O como la de bloquear a un contacto (¿qué sería, un repudiado virtual?).

Pero a menudo hacen falta palabras nuevas para representar realidades nuevas. Estamos viviendo tiempos en que quien crea una realidad crea también la palabra y no hay alternativas (y esto lo dice alguien que en general considera pereza mental o falta de iniciativa adoptar vocablos ingleses en lugar de buscarles traducción). Al menos en España parece inconcebible traducir tweet, hablar de piar o de trinar. Por eso entran en el DRAE, castellanizados, tuit y tuitear (imagino que, en coherencia, también retuitear). Y no sé si lo harán wasap y wasapear, que la Fundéu ya admitió hace tiempo como "adaptaciones adecuadas al español". Mensajear, por cierto, no está.

Términos como motero y autobusero han tardado demasiado en entrar en el Diccionario. Otros seguirán esperando, mientras palabros de los que reniego es mejor que ni hubieran entrado. Algunos quizá salgan cuando la Academia sea consciente de que fueron modas demasiado efímeras.

En cuanto a lo de eliminar acepciones ofensivas, tengo mis dudas. Preferiría que quedaran ahí al final, que quedara constancia de cómo definimos en un momento dado una palabra, guardando memoria de nuestro racismo, nuestro machismo, nuestro clasismo. Eso sí, con el desus y/o el despect bien visibles.

La RAE dice buscar, con las novedades de la próxima edición, tres objetivos: enriquecer el diccionario, modernizarlo y hacerlo más coherente. Ardua tarea. Con todo, la más ardua se me antoja contentar a todos.

domingo, 6 de julio de 2014

A solas

Estaba leyendo esta noticia de hace unos días en la que se menciona un experimento. No se dan demasiados detalles. El periodista hace hincapié en que a muchos de los sujetos que participaron la perspectiva de estar un rato sin distracciones exteriores les resultaba insoportable. Cualquier cosa menos quedarse a solas con sus pensamientos.

"Aquellos de nosotros que anhelamos tener un poco de tiempo para no hacer nada más que pensar, seguramente encontramos estos resultados sorprendentes", dice el investigador que ha diseñado el experimento. Lo comparto. Soy una persona bastante sociable, creedme, pero necesito con frecuencia momentos de soledad y paz que me permitan internarme en mi cerebro, organizar lo que anda por allí, recuperar lo que se está deteriorando, descartar lo innecesario o dañino y, sobre todo, construirles un esqueleto de palabras a mis ideas.

No concibo cómo serían mis pensamientos sin lenguaje. Serían sonidos, gestos, expresiones faciales... pero nada tan complejo y preciso como los que se apoyan en la lengua. Cuando estoy intentando organizar lo que pienso, nada me irrita más que no dar con la palabra exacta para materializar de nuevo una realidad pasada o imaginar una futura.

Y necesito tiempo también para volver sobre las imágenes, los sonidos, sobre todas las sensaciones. Y sobre los sentimientos. Necesito fijarlos, hacerlos míos, darles mi impronta.

Porque puedo recordar a la perfección un beso, una cara de felicidad, la cálida caricia del sol... pero solo después de haberlos mirado de frente dentro de mi cabeza.

viernes, 4 de julio de 2014

Titulares

Siempre se ha empezado en el ejercicio del periodismo haciendo informaciones breves y poco trascendentes para pasar luego a otras de mayor enjundia. La responsabilidad de redactar titulares y sumarios nunca se dejaba en manos de gente poco experimentada. En televisión ocurría igual: los titulares eran cosa de los equipos de edición. Porque se trata de resumir en pocas palabras y con la mayor claridad lo más importante del contenido, o bien de apuntar una idea que llame la atención o despierte curiosidad; o mejor aún, las dos cosas a la vez. Como dije hace poco en twitter, si titulas bien, la gente tendrá ganas de leer el texto; si titulas muy bien, creerá haberlo leído.

Las cosas han cambiado. En los medios escritos digitales (y las ediciones digitales de los periódicos) ahora existe la misma prisa que en los audiovisuales porque las noticias tienen que salir cuanto antes y muchas veces es el mismo periodista que redacta la noticia quien le pone el titular. En los informativos de televisión muchas noticias llevan rótulos, que vienen a ser como un pequeño sumario y suele escribir el propio redactor. Los canales de información continua exigen a los editores titular los directos sobre la marcha y en el mejor de los casos, cada media hora en los boletines.

Ya sea por inexperiencia o por premura, cada vez se ven más titulares mal escritos o, peor, mal pensados. Unos no se entienden, otros resultan ambiguos, bastantes son incoherentes, otros incorrectos... ¡pero si hay hasta faltas de ortografía, caray!

Una, que ya tiene una edad, ha escrito montañas de titulares y sumarios y rótulos en general. A veces la frase perfecta no cabe en el espacio disponible. Eso te obliga a buscar otra forma de expresarla. En España, al contrario que en muchos otros países, no se utiliza el estilo telegráfico para esas cosas: no omitimos artículos o preposiciones. Debemos conjugar la brevedad, la corrección y la claridad. Y además, captar la atención del espectador para que se quede, al menos, hasta ver esa noticia, o la del lector para que se detenga a leerla entera.

He hablado antes de twitter y con eso quiero terminar. No hace mucho que tengo cuenta en esa red pero ya me resulta imprescindible. En ella leo los titulares de distintos medios españoles y extranjeros. Y en ella practico mi habilidad para redactarlos. A menudo enlazo un reportaje o una entrada de blog que me parecen interesantes; como quiero que mis seguidores los lean, intento darles una idea del contenido del modo más atractivo posible. No suelo limitarme a dejar el enlace con su título original. Si eres periodista tienes que contar lo que hay.

Inconscientemente juzgo los tuits de los demás con el mismo criterio. ¿Dicen todo lo necesario?, ¿lo dicen con la mayor concisión posible?, ¿animan o desaniman la lectura del texto adjunto?, ¿o son un texto completo en sí mismos?

Es fácil impresionarme por cómo se dice lo que se dice. Ya os habréis dado cuenta si sois lectores habituales de este blog.