viernes, 25 de agosto de 2017

Frustraciones 2

Como ya he dicho aquí alguna vez, el no poder escuchar la radio, ver la televisión o leer la prensa sin detectar errores lingüísticos es casi una maldición. Incluso estos días de vacaciones, relajada, noto cómo me sube a tensión al encontrarme con esos fallos, muchos de ellos repetidos mil veces en los medios de comunicación.

Dicen en un telediario que "la pena por provocar un incendio es de entre tres meses a tres años". Si a estas alturas de la vida un periodista no sabe que las construcciones correctas son "entre...y..." y "de... a...", alguien debería habérselo hecho notar.

Hablan en un informativo radiofónico de "personas que ya han finalizado con su horario..." y me horroriza que esa confusión no tan infrecuente entre "acabar" y "acabar con" se mezcle con la mala costumbre de preferir entre varios sinónimos el que más sílabas tiene, sobre todo teniendo en cuenta que no existe la locución "finalizar con".

La búsqueda de sinónimos se hace necesaria para no repetir mucho la misma palabra. En el periodismo actual oigo a menudo sustituir Francia por "el país galo" o Portugal por "el país luso", expresiones no muy afortunadas en mi opinión. En esa línea, en un telediario se sustituyó India por "el país hindú". Así como la Galia y la Lusitania no coinciden con las actuales fronteras de Francia y Portugal, tampoco coincide el Indostán con la India actual. Pero además, una de las acepciones de "hindú" es "hinduista", así que estaríamos mezclando la religión con la geografía.

Se coló hace dos noches en el telediario una confusión entre palabras con grafía y sonido similares pero significados muy distintos. "Lo que iba a ser una tarde de diversión se truncó en desgracia". No sé si fue un error puntual o si quien lo cometió cree que truncar es trocar. Lo que sí sé es que nadie le hizo notar y corregir ese error.

Todos estos son ejemplos de cómo la supervisión y el control que ejercen los superiores en los medios de comunicación se suele limitar al contenido. Podría deberse a que le dan menos importancia a la corrección lingüística. O a que los superiores no detectan los fallos por carencias en su propio conocimiento de la gramática. O muy probablemente a la suma de ambas cosas.

Pero los errores que contienen los informativos salen también de la boca de políticos u otras personalidades cuyas declaraciones se reproducen. La presidenta de la Comunidad de Madrid habló hace unos días de tomar medidas "para evitar que no crezca" determinado problema, inconsciente, supongo, de que estaba sugiriendo así potenciar su crecimiento. En una próxima entrada comentaré vicios y desaciertos del lenguaje de personajes públicos y cómo se extienden por el de los periodistas y el de la población en general.

viernes, 28 de julio de 2017

Frustraciones 1

Una de mis frustraciones es comprobar el bajo nivel de conocimientos gramaticales, ortográficos, etimológicos y de vocabulario de personas de quienes espero un mejor uso del lenguaje. Me refiero, claro, a mis compañeros de profesión, los periodistas, especialmente los que tienen responsabilidades editoriales.

En los medios siempre se han visto faltas de orotografía y de puntuación, errores de concordancia, de conjugación... Pero diría que ahora se producen más que nunca. ¿Por qué?

Uno de los motivos es la prisa. En programas en directo en televisión o en medios digitales a veces se escribe un rótulo o un titular con la presión de la inmediatez y se publica sin releerlo. Así salen sin corregir lo que a menudo son fallos al teclear (una b por una v, una m por una n, un punto por una coma, la falta de alguna mayúscula, palabras pegadas...). No tengo ninguna duda de que siempre es preferible perder unos segundos en repasar lo escrito a publicarlo o emitirlo con erratas.

A veces cabe la duda de si la causa ha sido la prisa o la ignorancia, es decir, de si se trata de una errata o de un error. Por ejemplo, ayer una noticia del Telediario matinal de TVE llevaba este rótulo "Una abeja de miel absorviendo el néctar de una flor". Dejando aparte la cuestionable necesidad de ese "de miel" (que en realidad debería ser "de la miel") en ese contexto, vayamos a lo grave: escribir el verbo "absorber" con v. He comprobado que no era una errata mirando el texto de la noticia y el de la nota de agencia en que se basaba: esta iba con b pero quien redactó la del TD cometió, en el texto y en el rótulo, un error que sin duda comete siempre. ¿Cómo puede alguien ver una palabra bien escrita y escribirla mal a continuación? ¿Y cómo se puede persistir, teniendo ya una edad, en una falta de ortografía en una palabra de uso habitual?

Es un ejemplo, no un caso aislado. Veo errores constantes y me frustra comprobar que quienes los cometen ni siquiera tienen dudas: no preguntan ¿esto se escribe así o asá?, no dedican diez segundos a consultar la palabra en la web de la RAE. Y me frustra más aún que nadie, viendo el error, lo corrija.

En los próximos días pretendo comentar, en sucesivas entradas, mi opinión sobre las causas de lo que considero una inaceptable falta de rigor lingüístico en los medios de comunicación.



miércoles, 15 de febrero de 2017

Factor

Mis abuelos fueron, uno, empleado de Correos, y el otro, de Renfe. Podríais pensar que, dado su trabajo en dos de las principales empresas de la época relacionadas con las comunicaciones, influyeron en que me decidiera a ser periodista, pero ya os digo yo que no porque a uno no lo conocí y con el otro solo tuve algún trato en mi infancia. Sin embargo, recuerdo perfectamente la profesión de este último porque mi madre la mencionaba a menudo: fue factor.

La poca agilidad del Diccionario de la Real Academia hace que esa, la ferroviaria, sea la primera acepción de esta palabra y no cualquiera de las que me esperaba. "Elemento o causa que actúa junto con otros" es la tercera y "Cada una de las cantidades o expresiones que se multiplican para obtener un producto" es la sexta; incluso "Persona que hace algo" es la segunda. Pero la primera, atención, la primera es: "En las estaciones de ferrocarril, empleado que se ocupa de la recepción, expedición y entrega de los equipajes y mercancías". Sí, en la época en que la mayoría de los españoles no ha visto nunca un tren de mercancías, si uno busca "factor" en el DRAE, aprenderá que existe tal ocupación.

Aunque peor es lo mío: si lo que buscas es "periodista", la primera acepción es "Persona legalmente autorizada para ejercer el periodismo". Como en la dictadura. De lo que ha pasado después, se entera uno mirando más abajo.

lunes, 6 de febrero de 2017

Nombres

Una de las primeras palabras que aprendemos a distinguir y reconocer es nuestro nombre. En cuanto comprendemos que ese conjunto de fonemas en boca de nuestros padres y hermanos nos representa, empezamos a identificarnos con él. Diría que llegamos a ser él, porque si alguna palabra somos, es nuestro nombre, ya sea el que nos dieron al nacer, un hipocorístico, un apodo cariñoso que nos aplicaron, el seudónimo o el nombre artístico que elegimos en un momento dado, o todos ellos (o en algunos casos un nombre de pila con el que decidimos sustituir al que percibimos como impuesto y tal vez hemos llegado a odiar).

Elegimos identificarnos con uno o, más bien, varios nombres y nos gustaría escoger también quién puede usarlos y cómo, dar o negar a los demás el derecho a dirigirse a nosotros de usted o de tú, con nuestro nombre o con diminutivos, formas abreviadas, apodos familiares, etc. Y no siempre puede ser, especialmente en el caso de muchos personajes públicos. Por hablar de lo que mejor conozco, los periodistas hemos dejado de llamar "señor" o "señora" a la mayoría de las personas a quienes nos dirigimos (se salvan algunas autoridades con título o tratamiento oficial), y no son pocos quienes tratan a los protagonistas de sus noticias con familiaridad más propia de un amigo íntimo, usando apelativos que quizá a ellos les agradaría limitar al ámbito privado... o quizá no.

En cuanto a nuestro nombre y apellidos tal como constan en el registro, son nuestra identidad oficial como personas, ciudadanos, hijos, padres, estudiantes, trabajadores, sujetos de derechos y obligaciones... y, en consecuencia, cualquiera puede llamarnos así. Por eso para las personas transexuales o transgénero resulta tan importante que, como ya es posible en algunos países, la ley les permita cambiar en el registro su nombre y su sexo.

Siempre me ha hecho gracia que a menudo recordemos el nombre y los dos apellidos de nuestros compañeros de colegio muchos años después de haber terminado los estudios. En las clases se pasaba lista (ignoro si se sigue haciendo) para comprobar la asistencia, en los exámenes orales se nos iba convocando por el nombre completo, lo mismo al dar las notas... Terminabas el curso sabiéndote de memoria la lista en orden alfabético.

Y, claro, sabías también su año de nacimiento, el centro donde habían estudiado, a menudo los nombres de sus hermanos... No es extraño que ahora antiguos compañeros de colegio o de universidad se localicen por medio de las redes sociales, el equivalente moderno del listín telefónico aumentado y mejorado. Y con fotos.

martes, 17 de enero de 2017

Letra

Si guardáis algún cuaderno escolar de vuestra infancia podréis ver la evolución de vuestra letra, que seguramente empezó pareciéndose a la de las cartillas y terminó... a saber cómo; si habéis tomado apuntes durante el tiempo suficiente, ahora no se asemejará en nada a aquellos primeros escritos.

Tomar apuntes solía ser un cursillo acelerado de abreviaturas y siglas además de una lección magistral de síntesis. Después de, por ejemplo, una carrera entera escribiendo así se necesitaba un cierto tiempo para volver a la normalidad. Ignoro si ahora son mayoría los que toman notas en sus ordenadores o tabletas, o incluso los que se limitan a apuntar referencias que más tarde buscarán. Lo de tomar notas como profesión, lo que hacemos los periodistas, está evolucionando y coexisten los del bolígrafo y cuaderno con los del portátil y hasta con los que dictan a un programa de reconocimiento de voz.

Lo cierto es que cada vez se conoce menos la letra de otros. Seguramente reconocemos la de las personas de nuestra familia pero ¿la de quién más? Hay compañeros de trabajo que solo se han comunicado por escrito a través del correo electrónico y del whatsapp. A veces resulta una sorpresa encontrarse una nota manuscrita, puesto que solemos estar localizables en todo momento por el teléfono móvil, y en esos casos no siempre sabemos quién nos la ha dejado. Bueno, nos queda la opción de descubrirlo por el estilo, aunque es algo en lo que no todo el mundo se fija.

Me acabo de topar con algo escrito por mi padre. Hace más de cinco años que murió y ver su letra me ha llenado de nostalgia. Tenía una letra preciosa, muy personal, inconfundible. No sé cómo llegó a ella, si le salió así sola o la cultivó. Mi propia letra no me gusta mucho. Pero cada vez importa menos, porque apenas la ve nadie.