lunes, 9 de mayo de 2016

Fe

Legalmente es obligatorio dejar constancia por escrito de muchas, muchísimas cosas.

De lo que originalmente se dijo de viva voz a veces se recoge lo dicho literalmente, como en las sesiones del Congreso. Si para su correcta comprensión hay que añadir elementos no verbales (gestos, por ejemplo), se hace.

En otros casos basta un resumen más o menos detallado, como el que se refleja en las actas de reuniones o de las asambleas de sociedades. El grado de detalle varía.Y lo redactado se somete luego a votación porque, aunque parezca un mero trámite, desde que se apruebe quedará como documento oficial del desarrollo de la reunión. Sin embargo, he visto a mucha gente aprobar un acta sin haberla leído. Sea pereza, desinterés o confianza en quien la redactó, no deja de ser irresponsable.

Antes de ciertos procedimientos médicos te entregan un "consentimiento informado". Debes leerlo y, si estás de acuerdo en asumir los riesgos y afrontarlo, lo firmas. He visto personas que firman sin leerlo. Quizá peor: he visto personas que lo leen, no lo entienden bien o les surgen dudas y, a pesar de todo, lo firman sin pedir más explicaciones.

Los contratos suelen ser largos. Recogen todo lo que los abogados les han dicho a las empresas que tienen que asegurarse de que el cliente acepta, aquello a lo que se compromete, a lo que quedan obligados él y la empresa. Poner determinadas cláusulas en letra ilegible por diminuta ya ha sido declarado ilegal por los tribunales. Pero hay quien no lee nada esté en el tamaño de letra en que esté impreso.

Hay sentencias que niegan la validez legal de determinados ducumentos por la incapacidad de quien los firmó para haberlos entendido (demencia, analfabetismo), porque se rubricaron bajo presiones o amenazas, porque el firmante estaba en una situación especialmente vulnerable... Esa tutela judicial es necesaria para esos casos.

Pero, caramba, los jueces no están para protegernos de nuestra desidia, de nuestra irresponsabilidad, de nuestra inconsciencia. Si preferimos creer lo que nos dicen de palabra y no lo que nos ponen por escrito, o si ni siquiera nos molestamos en comprobar que coinciden, no hay red.