martes, 17 de enero de 2017

Letra

Si guardáis algún cuaderno escolar de vuestra infancia podréis ver la evolución de vuestra letra, que seguramente empezó pareciéndose a la de las cartillas y terminó... a saber cómo; si habéis tomado apuntes durante el tiempo suficiente, ahora no se asemejará en nada a aquellos primeros escritos.

Tomar apuntes solía ser un cursillo acelerado de abreviaturas y siglas además de una lección magistral de síntesis. Después de, por ejemplo, una carrera entera escribiendo así se necesitaba un cierto tiempo para volver a la normalidad. Ignoro si ahora son mayoría los que toman notas en sus ordenadores o tabletas, o incluso los que se limitan a apuntar referencias que más tarde buscarán. Lo de tomar notas como profesión, lo que hacemos los periodistas, está evolucionando y coexisten los del bolígrafo y cuaderno con los del portátil y hasta con los que dictan a un programa de reconocimiento de voz.

Lo cierto es que cada vez se conoce menos la letra de otros. Seguramente reconocemos la de las personas de nuestra familia pero ¿la de quién más? Hay compañeros de trabajo que solo se han comunicado por escrito a través del correo electrónico y del whatsapp. A veces resulta una sorpresa encontrarse una nota manuscrita, puesto que solemos estar localizables en todo momento por el teléfono móvil, y en esos casos no siempre sabemos quién nos la ha dejado. Bueno, nos queda la opción de descubrirlo por el estilo, aunque es algo en lo que no todo el mundo se fija.

Me acabo de topar con algo escrito por mi padre. Hace más de cinco años que murió y ver su letra me ha llenado de nostalgia. Tenía una letra preciosa, muy personal, inconfundible. No sé cómo llegó a ella, si le salió así sola o la cultivó. Mi propia letra no me gusta mucho. Pero cada vez importa menos, porque apenas la ve nadie.