domingo, 6 de julio de 2014

A solas

Estaba leyendo esta noticia de hace unos días en la que se menciona un experimento. No se dan demasiados detalles. El periodista hace hincapié en que a muchos de los sujetos que participaron la perspectiva de estar un rato sin distracciones exteriores les resultaba insoportable. Cualquier cosa menos quedarse a solas con sus pensamientos.

"Aquellos de nosotros que anhelamos tener un poco de tiempo para no hacer nada más que pensar, seguramente encontramos estos resultados sorprendentes", dice el investigador que ha diseñado el experimento. Lo comparto. Soy una persona bastante sociable, creedme, pero necesito con frecuencia momentos de soledad y paz que me permitan internarme en mi cerebro, organizar lo que anda por allí, recuperar lo que se está deteriorando, descartar lo innecesario o dañino y, sobre todo, construirles un esqueleto de palabras a mis ideas.

No concibo cómo serían mis pensamientos sin lenguaje. Serían sonidos, gestos, expresiones faciales... pero nada tan complejo y preciso como los que se apoyan en la lengua. Cuando estoy intentando organizar lo que pienso, nada me irrita más que no dar con la palabra exacta para materializar de nuevo una realidad pasada o imaginar una futura.

Y necesito tiempo también para volver sobre las imágenes, los sonidos, sobre todas las sensaciones. Y sobre los sentimientos. Necesito fijarlos, hacerlos míos, darles mi impronta.

Porque puedo recordar a la perfección un beso, una cara de felicidad, la cálida caricia del sol... pero solo después de haberlos mirado de frente dentro de mi cabeza.

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