Esta mañana he leído una noticia sobre las novedades que presentará el próximo 21 de octubre el DRAE. La he leído porque la ha enlazado una persona que me sigue y a quien sigo en Twitter. Las últimas once palabras son una definición para la que no hay un vocablo. No puedo decir un amigo porque mi concepto de la amistad se refiere a algo mucho más profundo que el simple contacto ocasional por una red. No puedo decir un conocido puesto que solo sé de él lo que dice de sí mismo en su perfil de TW (dos palabras y tres siglas) y lo que me atrevo a deducir de sus tuits. ¿Cómo defino esa relación?
Puede ser suficiente con combinar un sustantivo con un adjetivo u otro sustantivo que lo complementen. Amigos virtuales, conocidos por internet, contactos de Linkedin, de Facebook, de Twitter... Para los usuarios de las redes sociales eso basta. Otras relaciones son más sencillas de etiquetar, como la de seguidor. Y otras circunstancias, más difíciles, como la resultante de dar o recibir un "me gusta" o un "+1" o un "favorito" a algo. O como la de bloquear a un contacto (¿qué sería, un repudiado virtual?).
Pero a menudo hacen falta palabras nuevas para representar realidades nuevas. Estamos viviendo tiempos en que quien crea una realidad crea también la palabra y no hay alternativas (y esto lo dice alguien que en general considera pereza mental o falta de iniciativa adoptar vocablos ingleses en lugar de buscarles traducción). Al menos en España parece inconcebible traducir tweet, hablar de piar o de trinar. Por eso entran en el DRAE, castellanizados, tuit y tuitear (imagino que, en coherencia, también retuitear). Y no sé si lo harán wasap y wasapear, que la Fundéu ya admitió hace tiempo como "adaptaciones adecuadas al español". Mensajear, por cierto, no está.
Términos como motero y autobusero han tardado demasiado en entrar en el Diccionario. Otros seguirán esperando, mientras palabros de los que reniego es mejor que ni hubieran entrado. Algunos quizá salgan cuando la Academia sea consciente de que fueron modas demasiado efímeras.
En cuanto a lo de eliminar acepciones ofensivas, tengo mis dudas. Preferiría que quedaran ahí al final, que quedara constancia de cómo definimos en un momento dado una palabra, guardando memoria de nuestro racismo, nuestro machismo, nuestro clasismo. Eso sí, con el desus y/o el despect bien visibles.
La RAE dice buscar, con las novedades de la próxima edición, tres objetivos: enriquecer el diccionario, modernizarlo y hacerlo más coherente. Ardua tarea. Con todo, la más ardua se me antoja contentar a todos.
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