miércoles, 10 de julio de 2013

Tono

El correo electrónico, la mensajería instantánea, las redes sociales, los blogs... todo lo que internet ha puesto al alcance de nuestros teclados ha supuesto un renacimiento de la palabra escrita como medio de comunicación entre particulares. Hablaré una y mil veces del impulso y, por desgracia, también de la agresión que ello ha supuesto para el lenguaje. Pero en este primer día únicamente quería hacer una reflexión sobre algunos inconvenientes de lo escrito.

Quienes estamos acostumbrados a escribir en tono neutro, en mi caso información puesto que soy periodista, naufragamos a menudo a la hora de transmitir emociones. Nuestra redacción se impregna del tono de voz con que oímos esas palabras en nuestra cabeza. Releemos (siempre hay que releer) y damos por supuesto que nuestro interlocutor en la distancia leerá con nuestro mismo tono. Pero los signos de puntuación, aun utilizados de forma correcta, nunca garantizan todos los matices. Algunas veces valdría la pena esperar a cambiar de estado de ánimo y repasar lo escrito. Puede ser toda una sorpresa.

Acabo de tener esa experiencia. Un correo de contenido emotivo ha llegado a su destinatario. Horas después, vuelto a leer por mí, me resulta excesivamente visceral. Lo escribí un poco alterada, pero no enfadada ni resentida. Ahora veo rasgos de agresividad, de reproche, de ruptura... Pretendía que alguien supiera cómo me siento y tal vez le he dibujado sensaciones más extremas de las que tenía.

La primera lección de este blog es para mí: si lo que se escribe no es para uno mismo hay que hacer un esfuerzo para que las palabras se oigan en la otra mente, si no inequívocamente iguales, al menos lo más parecidas posible a como las pronunciamos en la nuestra.


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