Todos tenemos palabras favoritas. Leerlas, pronunciarlas o imaginarlas nos da la sensación de estar en casa y nos dibuja un asomo de sonrisa. Es como si fueran de nuestra propiedad y cuando alguien las usa nos parece que nos las hubiera cogido prestadas.
Os revelaré algunas de las mías.
- Estremecerse: se puede decir casi sin separar los labios, un término frío y afilado como debe ser, susurrante por sus eses e hilvanado entre sus es.
- Atardecer: evocadora como pocas, una palabra en la que demorarse, sobre la que recostarse a observar con calma, dulce y triste a la vez, como la nostalgia.
- Campanilla: me resulta tan tintineante como el sonido que produce; me hace pensar en una lluvia de gotas de cristal. Fue un acierto darle ese nombre al hada de Peter Pan.
- Profundo: casi me da vértigo asomarme a ella; a veces, con solo pronunciarla ya me hundo en ella como en un abismo.
- Olvido: me resulta mucho más cálida de lo que podáis imaginar; es ese lugar de descanso de la memoria donde todo deja de tener sentido, sumergido en esas oes de principio a fin.
¿Cuáles son las vuestras?
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