domingo, 21 de junio de 2015

Asociar

Para cada uno de nosotros hay montones de palabras, digamos, neutras y otras que llevan atado para siempre un recuerdo: una sensación, una imagen, un olor... A nuestra memoria le gusta asociar.

Pensad un poco y aparecerán decenas. Apelativos con los cuales os identificó un ser amado. Topónimos de lugares donde fuisteis felices. Nombres propios que no os gustan porque la primera persona que conocisteis con él os fue antipática. Expresiones que os irritan porque se las oíais repetir a alguien desagradable.

La palabra "río" fue neutra para mí hasta hace unos años, cuando con una buena amiga recorrí el Tíber desde su nacimiento en el monte Fumaiolo hasta su desembocadura en el mar Tirreno. A lo largo de mi vida he visto infinidad de ríos, he nadado en alguno, he cruzado muchos, he navegado por otros, pero solo al Tevere lo he visto nacer, discurrir y morir y, con el nombre italiano, se ha quedado entrelazado en mi recuerdo con el sustantivo río.

"Bahía", por su parte, lleva asociado "de Cádiz". Hay otras mucho más famosas pero la que me acogió desde niña es esa y hay lazos que no se rompen.

"Laura" es el título de una película de Otto Preminger que me fascinó cuando estaba en la edad de los sueños románticos. A mi hermana le ocurrió lo mismo y cuando supo que estaba embarazada de una niña, ni ella ni yo tuvimos la menor duda de que el único nombre posible era aquel. Y Laura se llama.

Terminaré mencionando algo que me recordaron hace pocos días. Tengo muy buena memoria pero se me había borrado de ella que hubo un tiempo en que alguien me llamaba "princesa". Es uno de esos casos en que la asociación inicial se corrompe y de producir felicidad pasa a provocar dolor. Ojalá haya alguna posibilidad de revertir ese proceso.

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