Tenemos innumerables palabras para designar periodos de distintas longitudes, algunos de duración exacta y otros subjetivos. A menudo son términos de significado variable, porque nuestra percepción del tiempo también lo es.
Decir "espera un momento" es como decir solo "espera"; lo de "momento" viene condicionado por la circunstancia y la persona. Todos conocemos a alguien capaz de tenernos esperando largo tiempo con esa fórmula. O con la de "ahora mismo". Sería más honrado decir "espera un rato" o dentro de un rato" porque, siendo igual de indefinido, se aleja más de "instante".
En el lado opuesto tenemos "eternidad". Es, por ejemplo, lo que se demora aquello que más ansiamos. O lo que se prolonga algo que nos resulta insoportable. Hay visitas al dentista que se hacen eternas, vísperas de vacaciones que se eternizan, aviones que se retrasan una eternidad. Con todo, es una palabra que rara vez suele usarse o entenderse en su sentido literal.
Vayamos con los tiempos medidos. Todos sabemos lo que es "un segundo", salvo que lo empleemos como sinónimo de "un momento". Si alguna vez alguien se lo tomara literalmente cuando le respondemos así, nos sorprendería. Parecido es el caso de "un minuto", parecido pero no igual porque con frecuencia quien nos pide un minuto no tiene intención de que le concedamos o le esperemos mucho más.
"Años" tiene también la vertiente de exageración y la estrictamente real, las dos ampliamente utilizadas. Es un plazo de tiempo que a partir de cierta edad transcurre demasiado deprisa. Al echar la vista atrás encontramos acumulado un buen número de años y muchas de nuestras referencias abarcan más de uno.
El premio a la subjetividad se lo lleva otro plural: "siglos". Fuera de un contexto histórico, "siglos" es absolutamente ambiguo. Expresiones como "hace siglos que no nos vemos" no pueden entenderse de forma literal pero reflejan a la perfección el sentimiento de añoranza y el deseo de reencontrarse.
Estos días mi tiempo se relaja. Dejo el reloj en un cajón y me dejo guiar por el mejor ritmo: el de lo que me apetece. Feliz verano.
Decir "espera un momento" es como decir solo "espera"; lo de "momento" viene condicionado por la circunstancia y la persona. Todos conocemos a alguien capaz de tenernos esperando largo tiempo con esa fórmula. O con la de "ahora mismo". Sería más honrado decir "espera un rato" o dentro de un rato" porque, siendo igual de indefinido, se aleja más de "instante".
En el lado opuesto tenemos "eternidad". Es, por ejemplo, lo que se demora aquello que más ansiamos. O lo que se prolonga algo que nos resulta insoportable. Hay visitas al dentista que se hacen eternas, vísperas de vacaciones que se eternizan, aviones que se retrasan una eternidad. Con todo, es una palabra que rara vez suele usarse o entenderse en su sentido literal.
Vayamos con los tiempos medidos. Todos sabemos lo que es "un segundo", salvo que lo empleemos como sinónimo de "un momento". Si alguna vez alguien se lo tomara literalmente cuando le respondemos así, nos sorprendería. Parecido es el caso de "un minuto", parecido pero no igual porque con frecuencia quien nos pide un minuto no tiene intención de que le concedamos o le esperemos mucho más.
"Años" tiene también la vertiente de exageración y la estrictamente real, las dos ampliamente utilizadas. Es un plazo de tiempo que a partir de cierta edad transcurre demasiado deprisa. Al echar la vista atrás encontramos acumulado un buen número de años y muchas de nuestras referencias abarcan más de uno.
El premio a la subjetividad se lo lleva otro plural: "siglos". Fuera de un contexto histórico, "siglos" es absolutamente ambiguo. Expresiones como "hace siglos que no nos vemos" no pueden entenderse de forma literal pero reflejan a la perfección el sentimiento de añoranza y el deseo de reencontrarse.
Estos días mi tiempo se relaja. Dejo el reloj en un cajón y me dejo guiar por el mejor ritmo: el de lo que me apetece. Feliz verano.
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