domingo, 29 de diciembre de 2013

Propósitos

Esto de proponerse cambios a partir de una fecha en que externamente ya se nos marca uno debe de ser una tendencia psicológica generalizada. Cambiar costumbres arraigadas no es fácil, y menos si nos hemos llegado a sentir cómodos en ellas. Por eso muchos aprovechan la circunstancia a modo de impulso gravitatorio para llegar más lejos con menos esfuerzo.

Voy a contaros unos pocos propósitos que me he planteado, por si alguno os resulta atractivo y queréis aplicároslo.

Primero: poner tildes en mis whatsapps. Tengo un teléfono Samsung cuyo teclado no tiene tilde. Para ponerla se debe apretar un rato la vocal en cuestión y esperar a que se abra una ventanita con diversas opciones. Por ejemplo, en la de la "a" están: A, á, à, ä, â y algunas otras que corresponden, supongo, a idiomas del norte de Europa. Debo aclarar que soy una neurótica de las tildes, no soporto que falte ni una. Pero este teclado me ha hecho descubrir que mi impaciencia gana de calle a mi neurosis, pues un mensaje con treinta palabras puede tener fácilmente diez tildes y eso es añadir no menos de veinte segundos a su redacción. ¿Por qué no utilizo el teclado predictivo?, me preguntaréis. Pues porque es más lento aún. En serio. No sabéis a qué velocidad escribo yo.

Segundo: no corregir a los amigos. Una cosa es corregir textos periodísticos como parte de mi responsabilidad laboral y otra, mucho más fea, hacerle notar a un amigo que, por ejemplo, la frase fetén es "hacer un brindis al sol" y no "un canto al sol". A partir de ahora, cada vez que sienta el impulso de explicarle a alguien que, en mi opinión, ha usado mal una palabra, me imaginaré a mí misma como al insufrible C3PO fardando de su conocimiento de tres millones de formas de comunicación.

Tercero: usar más el lenguaje oral. Este ha sido un año de muchas palabras escritas y pocas habladas. Escribir me encanta, es un vicio, pero la voz es insustituible en las relaciones humanas. Me he arrepentido de muchas cosas que escribí y de muy pocas que dije. Y lamento con todo mi corazón que algunas de las que me expresaron por escrito no me las hayan querido pronunciar. Las palabras que no tienen sonido en que apoyarse podrían ser de cualquiera.

Cuarto: leer más libros. Internet te pone tantas lecturas al alcance de los ojos... ¿cómo no sucumbir? Artículos de prensa, entradas de blogs, comentarios en Twitter y Facebook... Temo coger la costumbre de dedicar ratos cortos a lecturas breves y perder la de sumergirme en historias completas, elaboradas y que requieran más de quince minutos de concentración. Seguro que ya hay descrito algún "síndrome de las mil palabras" o algo así para los que no pueden mantener la atención si el texto es largo.

Y, por supuesto, agradezco cualquier otro propósito que queráis sugerirme.

Nos seguiremos viendo por aquí.

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