martes, 3 de diciembre de 2013

Infancia intelectual

Cuando la educación en nuestro país no era universal, obligatoria ni gratuita, no solo había una tasa elevada de analfabetismo sino que la proporción de analfabetos funcionales era también altísima.

Analfabetos funcionales, una buena expresión para definir una realidad lamentable: la de quienes oficialmente han aprendido a leer pero no tienen capacidad real de entender textos mínimamente complejos. Cuando se habla de que muchas personas mayores firmaron la contratación de preferentes de bancos sin saber lo que suponía, se refieren a eso. A personas que en su día pasaron por la escuela para aprender "a leer, escribir y las cuatro reglas" y poco más.

Leer es entender lo escrito y es la base de todo aprendizaje posterior. Recuerdo compañeros míos de colegio que no sacaban malas notas en Historia o Literatura pero se atascaban en Biología o en Física y Química o en Filosofía porque los conceptos les resultaban más difíciles de comprender. ¿Y dónde está la diferencia? No solo en los propios conceptos sino en que se explican de forma menos simple y con palabras de uso menos común.

Poner como excusa esa frase idiota de "soy de letras" indica, precisamente, que de letras, poco. Si no se consigue entender un enunciado, sea cual sea su contenido, falla la comprensión lectora. Habría que remontarse a la primera clase de esa asignatura "ininteligible" y ver qué concepto no se entendió, qué palabra no se asentó en el cerebro del alumno, ¿potencia?, ¿enlace?, ¿fotosíntesis?, ¿ética?

Las lecturas que acompañan al aprendizaje durante toda la vida también son determinantes. Leer únicamente novelas policiacas no supone la misma exigencia mental que leer además ensayos sobre política, artículos sobre medio ambiente o relatos de exploraciones espaciales. La realidad es de una complejidad creciente y la terminología es cada vez más amplia. No nos limitemos a lo que nos resulta fácil, a lo que nos resultó fácil de niños. Crecer mentalmente supone esfuerzo, sí, pero quedarse en esa cómoda infancia intelectual es desperdiciar la vida.


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