Con este afán de precisión que nos caracteriza a los amantes del lenguaje, escuchar ciertas palabras o determinados circunloquios nos hace retorcernos de incomodidad. Y preguntarnos si ahora han dejado de enseñar en los colegios lo que aprendimos nosotros. Ejemplos:
- Cuyo. Estoy harta de oír en los medios de comunicación cosas como "una persona de la que se desconoce la edad". ¿De verdad no se les ocurre que lo directo, fácil y adecuado es decir "una persona cuya edad se desconoce"?
- Dimisionario. Por poco frecuente que sea en España, hay personas que dimiten. De inmediato los medios de comunicación (y la gente de a pie) empiezan a calificarlo como "el ministro dimitido" o "el director dimitido". Dimitido es uno de esos participios que no funcionan como adjetivos. El adjetivo, ya digo, es "dimisionario".
- Destituir. A veces se acuerda algún periodista de que existe ese verbo. Todos los demás usan "cesar". La avalancha es tal que hasta la RAE ha admitido este uso como transitivo y lo ha reflejado en su diccionario. Es una muestra de que, como el idioma lo hacemos los hablantes, siempre acaban imponiendo su fuerza numérica los incultos.
En cuanto a signos de puntuación:
- Los signos de apertura de exclamación e interrogación. Por favor, decidme que lo mío no es una batalla perdida, que la Academia no terminará declarando voluntario su uso, por favoooor.
- Y el punto y coma. Pero de eso ya hablé hace tiempo y no os aburriré repitiéndome.
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