martes, 17 de noviembre de 2015

Mejor si nos lo cuentan

Acabo de rellenar la encuesta de satisfacción de la compañía aérea con la que viajé el pasado fin de semana. Aparte de las valoraciones numéricas (0 muy mal, 10 muy bien), había un espacio por si querías comentarle algo al personal de tierra o a la tripulación.

Yo esta vez sí quería y os diré por qué: como este blog va de palabras, os contaré lo que se habló en los dos trayectos que hice.

En el de ida el comandante, además de informar de a qué altitud y velocidad volaríamos, como hacen muchos, añadió las horas de vuelo que sumaban entre él y el copiloto, la cantidad de combustible que íbamos a consumir y algún dato más. Por el camino nos avisó en un momento dado de que debajo podíamos ver el Lago de Sanabria. Cuando aterrizamos con diez minutos de antelación respecto al horario previsto y nos quedamos parados, el piloto volvió a abrir el micro para explicar que no podía aparcar porque, claro, el avión anterior no había salido aún.

El comandante del vuelo de vuelta no llegó a ese despliegue comunicativo pero fue más desenfadado. Nos informó de que en la ciudad de destino (Madrid) hacía los mismos agradables 18 grados que en la de salida (Coruña) "solo que sin la playa de Riazor". Comentó que la duración prevista del vuelo era una hora y cinco minutos "pero vamos a ver si podemos limar esos cinco minutillos, por aquello del redondeo".

A veces, si el viaje es de día, los pilotos anuncian qué lugares van a sobrevolar (los Alpes, el estrecho de Gibraltar...) o bien indican algo digno de verse cuando están pasando por encima. En ocasiones recuerdan la bajísima temperatura exterior. En cualquier caso, cuando estás a bordo agradeces que conecten la megafonía para algo más que para anunciar el servicio de catering.

La información que he mencionado no es estrictamente necesaria para el pasajero. Pero le hace más cercana la figura del comandante y le recuerda que al mando de la máquina va un ser humano. Por eso he hecho un comentario favorable en la encuesta.

Sin embargo es mucho más frecuente la postura contraria, la de informar lo justito, a veces incluso menos. No pocas veces me he encontrado en el interior del avión todavía en tierra mucho después de la hora prevista de despegue sin que nadie dé una explicación del retraso. Por eso me sorprendió cuando un día en Bruselas el piloto la dio, y detallada. Nos informó de un problema eléctrico -no en el avión, aclaró, sino en la terminal- que impedía separar la nave. Recalcó que no estaba en sus manos acelerar la reparación e insistió en que no había ningún peligro. La comunicación, digo, me sorprendió por lo inhabitual cuando debería ser lo normal. No son pocas las personas que tienen miedo a volar. El desconocimiento, la desinformación, agravan ese temor. Si ocurre algo, explíquenmelo. Y si no, también. Hay muchos datos interesantes que el pasajero medio desconoce. Volar será más agradable si nos los cuentan.

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