domingo, 17 de agosto de 2014

¿Enseñar?

Si estáis escuchando los informativos en la radio o la tele o leyendo la prensa este verano, quizá hayáis notado, un año más, la intervención de los becarios. Me refiero concretamente a los recién licenciados o recién salidos de un posgrado de Periodismo. En mi trabajo los veo llegar cada junio o julio, deseosos de aprender trabajando. Algunos son brillantes: tienen claro el concepto de noticia, la forma más atractiva de narrarla y la de ilustrarla con imágenes y sonidos. Otros vienen imbuidos de esa idea lamentable sobre el periodismo que sitúa al informador como protagonista y al medio como vía de lucimiento personal. A éstos se los cala en seguida; suscitan bastante antipatía entre sus compañeros y menosprecio entre los veteranos.

Pero, como este es un blog sobre lenguaje, de lo que quiero hablar es de lo que supuestamente han aprendido estos becarios durante su etapa estudiantil en ese aspecto y de lo que supuestamente debemos enseñarles los profesionales para dejarlos, digamos, niquelados. Y lamento decir que ni su aprendizaje previo ni las enseñanzas de su becariado prestan mucha atención a la corrección lingüística. Porque a un becario se lo distingue fácilmente por su bisoñez, especialmente ante el micrófono, pero yo los detecto por sus errores semánticos y gramaticales, arrastrados sin duda desde la enseñanza primaria; por su querencia a los tópicos; por su preocupante tendencia a seguir las peores modas en su afán por adoptar una "jerga periodística" que no debería existir.

Bueno, la jerga periodístico-deportiva no tiene vuelta atrás, me temo: son demasiados años de diferenciación y demasiados colegas cultivándola como para pretender siquiera suavizarla. Pero hay numerosas incorrecciones que están conformando una especie de jerga informativa y eso sí creo que estamos a tiempo de pararlo. O estaríamos, si los veteranos no llevaran ya tiempo enfangados en el error y retozando felices en él.

Me refiero, por ejemplo, a esa absurda moda de sustituir el pretérito indefinido (lo aprendí con este nombre, sí) por el pretérito imperfecto del subjuntivo. ¿Por qué les parece a estos pipiolos que se debe decir, pongo por caso, "La policía investiga tal empresa por un presunto fraude y detiene a quien fuera su presidente" y no "a quien fue su presidente"?

O también a faltas de concordancia sencillísimas de corregir... si alguien se lo dijera. Dos ejemplos de un mismo Telediario de hace unos días:
- "Las miles de personas que..." El artículo debe concordar con el nombre al que acompaña y por eso debería ser "los miles", pues ese "los" va con "miles", no con "personas".
- "Una de las que trabajaba con el misionero ha muerto..." El verbo concuerda con el sujeto y en esta frase "una" es sujeto de "ha muerto" pero no de "trabajaba"; este último verbo pertenece a una subordinada cuyo sujeto no aparece, y que sería "(varias personas) trabajaban con el misionero". Quizá se entienda mejor así: "Ha muerto una persona de las varias que trabajaban con el misionero".

A veces la falta de concordancia es resultado del desconocimiento. Quienes piensan que un sustantivo es masculino por el mero hecho de llevar como artículo "el" en vez de "la", cometen errores como el que he oído esta mañana por la radio: "...ha tenido que comprarse su propio arma". "Arma" es sustantivo de género femenino, se dice "el arma" para evitar la cacofonía, pero eso no lo convierte en masculino.

Hay incorrecciones tan extendidas que no sé si se podrán erradicar. En el mismo Telediario al que me refería antes se dijo también: "El cincuenta y un por ciento...". Lo correcto es "cincuenta y uno por ciento". El numeral "uno" se apocopa (o sea, se le quita la o final) solo cuando precede a un sustantivo masculino. No es el caso.

Dos batallas me parecen importantes: la de los acentos y la de los signos de puntuación. Los acentos, me temo, mucha gente los considera opcionales. Pues bien, que os quede claro: NO LO SON. Acabo de leer una entrada en un blog que, aun reconociendo que en las búsquedas de Google no suelen utilizarse, si luego la página a la que accedemos tiene faltas de ortografía la valoramos peor. Por mi parte es absolutamente cierto.

De los signos de puntuación, en particular de las comas, hablaré ampliamente en otro momento, cuando tenga más tiempo, porque hay mucho que decir sobre ello. Hoy me limitaré a enunciar unas pocas normas: los vocativos van entre comas ("Hola, Pepe, ¿cómo estás?"); el sujeto y el predicado NO van separados por coma ("Los padres, quieren que se hagan más controles") salvo que se suprima el verbo, en cuyo caso la coma es necesaria ("Los padres, partidarios de más controles").

Todos estos fallos los cometen los becarios en mayor medida que los periodistas veteranos. Pero la proporción tiende a igualarse porque esos becarios se incorporan a la plantilla de los medios año tras año y, si nadie los ha sacado de sus errores cuando se suponía que estaban formándose, nadie lo hará después.

domingo, 3 de agosto de 2014

Sobre el tiempo

Los seres humanos medimos el tiempo desde siempre, y no solo por la necesidad de predecir las horas de sol y oscuridad, los meses fríos y cálidos, las cosechas o las mareas. Pensamos en términos temporales. Sabemos que el transcurso del tiempo es lo que nos separa de quienes fuimos y de quienes seremos, de los que ya no están y de los que vendrán, de lo que tendremos y lo que perderemos. Sabemos cómo nos cambia el tiempo.Sabemos que o lo usamos o lo perdemos. Y que nunca vuelve atrás.

Tenemos innumerables palabras para designar periodos de distintas longitudes, algunos de duración exacta y otros subjetivos. A menudo son términos de significado variable, porque nuestra percepción del tiempo también lo es.

Decir "espera un momento" es como decir solo "espera"; lo de "momento" viene condicionado por la circunstancia y la persona. Todos conocemos a alguien capaz de tenernos esperando largo tiempo con esa fórmula. O con la de "ahora mismo". Sería más honrado decir "espera un rato" o dentro de un rato" porque, siendo igual de indefinido, se aleja más de "instante".

En el lado opuesto tenemos "eternidad". Es, por ejemplo, lo que se demora aquello que más ansiamos. O lo que se prolonga algo que nos resulta insoportable. Hay visitas al dentista que se hacen eternas, vísperas de vacaciones que se eternizan, aviones que se retrasan una eternidad. Con todo, es una palabra que rara vez suele usarse o entenderse en su sentido literal.

Vayamos con los tiempos medidos. Todos sabemos lo que es "un segundo", salvo que lo empleemos como sinónimo de "un momento". Si alguna vez alguien se lo tomara literalmente cuando le respondemos así, nos sorprendería. Parecido es el caso de "un minuto", parecido pero no igual porque con frecuencia quien nos pide un minuto no tiene intención de que le concedamos o le esperemos mucho más.

"Años" tiene también la vertiente de exageración y la estrictamente real, las dos ampliamente utilizadas. Es un plazo de tiempo que a partir de cierta edad transcurre demasiado deprisa. Al echar la vista atrás encontramos acumulado un buen número de años y muchas de nuestras referencias abarcan más de uno.

El premio a la subjetividad se lo lleva otro plural: "siglos". Fuera de un contexto histórico, "siglos" es absolutamente ambiguo. Expresiones como "hace siglos que no nos vemos" no pueden entenderse de forma literal pero reflejan a la perfección el sentimiento de añoranza y el deseo de reencontrarse.

Estos días mi tiempo se relaja. Dejo el reloj en un cajón y me dejo guiar por el mejor ritmo: el de lo que me apetece. Feliz verano.