Como la realidad no se para, muchos dichos de los de toda la vida, de esos que nos parecían verdades inamovibles, pierden sentido. Por ejemplo, hoy en día nadie afirmará categóricamente que las palabras se las lleva el viento. No hay más que pensar en la extendida afición a enviar mensajes de voz, pongo por caso.
Una de las precauciones que cualquier asesor recomienda tomar a cualquier candidato a político o cargo público es revisar sus comentarios en redes sociales y borrar todo lo susceptible de generar rechazo o crítica, incluso borrarlo todo si el aspirante en cuestión ha sido de los que sacan la lengua a pasear sin correa. A los candidatos a puestos de trabajo se les aconseja igualmente revisar sus perfiles antes de presentar la solicitud, puesto que los responsables de recursos humanos no dejarán de echarles un vistazo para hacerse una idea más completa de la personalidad del aspirante (y menos maquillada que la del currículum). Conozco también algún caso de amor contrariado que se traduce en borrado masivo de mensajes, fotos y megustas .
Las palabras no se las lleva el viento porque nos morimos por ponerlas en soportes permanentes. Las escribimos, las grabamos en formatos de audio o vídeo, y las compartimos con personas que las descargan y archivan. Los que tenéis ya una edad, ¿recordáis lo que os dijo vuestra pareja al inicio de la relación? Los adolescentes no necesitan recordarlo, lo tienen en el whatsapp, en el facebook o donde sea.
He estado escuchando las palabras de alguien que hace tiempo me prometió estar a mi lado mientras yo quisiera. Yo sigo queriendo, pero él ya no. No voy a enviarle su mensaje de voz con aquella promesa. La gente tiene derecho a cambiar de sentimientos y pedir que se la libere de sus compromisos. Pero tendríamos que replantearnos todos esta ligereza al contraerlos, porque las palabras ya no se las lleva el viento.