Como ya he dicho aquí alguna vez, el no poder escuchar la radio, ver la televisión o leer la prensa sin detectar errores lingüísticos es casi una maldición. Incluso estos días de vacaciones, relajada, noto cómo me sube a tensión al encontrarme con esos fallos, muchos de ellos repetidos mil veces en los medios de comunicación.
Dicen en un telediario que "la pena por provocar un incendio es de entre tres meses a tres años". Si a estas alturas de la vida un periodista no sabe que las construcciones correctas son "entre...y..." y "de... a...", alguien debería habérselo hecho notar.
Hablan en un informativo radiofónico de "personas que ya han finalizado con su horario..." y me horroriza que esa confusión no tan infrecuente entre "acabar" y "acabar con" se mezcle con la mala costumbre de preferir entre varios sinónimos el que más sílabas tiene, sobre todo teniendo en cuenta que no existe la locución "finalizar con".
La búsqueda de sinónimos se hace necesaria para no repetir mucho la misma palabra. En el periodismo actual oigo a menudo sustituir Francia por "el país galo" o Portugal por "el país luso", expresiones no muy afortunadas en mi opinión. En esa línea, en un telediario se sustituyó India por "el país hindú". Así como la Galia y la Lusitania no coinciden con las actuales fronteras de Francia y Portugal, tampoco coincide el Indostán con la India actual. Pero además, una de las acepciones de "hindú" es "hinduista", así que estaríamos mezclando la religión con la geografía.
Se coló hace dos noches en el telediario una confusión entre palabras con grafía y sonido similares pero significados muy distintos. "Lo que iba a ser una tarde de diversión se truncó en desgracia". No sé si fue un error puntual o si quien lo cometió cree que truncar es trocar. Lo que sí sé es que nadie le hizo notar y corregir ese error.
Todos estos son ejemplos de cómo la supervisión y el control que ejercen los superiores en los medios de comunicación se suele limitar al contenido. Podría deberse a que le dan menos importancia a la corrección lingüística. O a que los superiores no detectan los fallos por carencias en su propio conocimiento de la gramática. O muy probablemente a la suma de ambas cosas.
Pero los errores que contienen los informativos salen también de la boca de políticos u otras personalidades cuyas declaraciones se reproducen. La presidenta de la Comunidad de Madrid habló hace unos días de tomar medidas "para evitar que no crezca" determinado problema, inconsciente, supongo, de que estaba sugiriendo así potenciar su crecimiento. En una próxima entrada comentaré vicios y desaciertos del lenguaje de personajes públicos y cómo se extienden por el de los periodistas y el de la población en general.